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El problema del Control

Terapia | Control | Autocontrol

Terapia control y autocontrol desde Uruguay

Imagina que un día decides festejar tu cumpleaños, por lo que colocas un aviso en la puerta de tu casa que dice “están todos invitados”. Has preparado todo con entusiasmo y esmero. Poco a poco los invitados comienzan a llegar y estás pasando muy bien en tu cumpleaños. De repente, en medio de la fiesta tocan timbre y te preguntas: ¿me habré olvidado de alguien? Abres la puerta y es justamente la persona que nunca quisieras tener en tu fiesta, tu vecino Juan: alguien rudo, desaseado y siempre está quejándose.

Tan pronto como lo ves se introduce en tu casa y comienza a tener actitudes raras: se sirve comida sin que le ofrezcas, habla muy fuerte, discute con tus amigos por un lugar para sentarse, etc. Evidentemente molesto, le pides que se retire y cuando se va sientes alivio: ahora sí vas a dedicarte a tus amigos. A los pocos minutos tocan el timbre nuevamente y cuando vas a la ventana Juan está nuevamente: apenas lo ves, abre y se mete a tu fiesta. Tú lo echas pero ésta vez prefieres quedarte en la puerta a custodiar que no entre: decididamente no quieres que nada ni nadie arruine tu fiesta. Quedarte en la puerta implica que te pierdas de pasar bien con tus amigos, pero te preguntas que pasaría si entra…y así estás un rato en la duda sobre qué hacer: si quedarte a cuidar que no entre para estar tranquilo y perderte tu cumpleaños, o irte a disfrutar de la fiesta pero con el temor que entre y la arruine.

Finalmente optas por ir a pasarla bien con tus amigos, a la fiesta que tú decidiste hacer. Y tal como era de esperar Juan entra al cabo de unos minutos. Pero notas cosas interesantes. Primero, pese a que te das cuenta que está pues es difícil ignorarlo, decides permanecer en la fiesta. En segundo lugar, aunque Juan está allí, la estás pasando bien. Tercero, notas que al dejarlo de perseguir para echarlo, está más tranquilo, más calmo; sigue siendo molesto, maloliente pero no tiene tal mal humor como antes. Finalmente, percibes que hay en ese invitado indeseado cosas que no habías reparado antes: hizo un par de amigos y tiene sentido del humor.

Te preguntas a ti mismo: ¿qué haré la próxima vez que tenga una fiesta?


Podríamos hacer un paralelismo aquí y pensar cuántas veces no aceptamos tener pensamientos, emociones, recuerdos, sensaciones, dudas, etc. que nos molesten o nos distraigan de nuestro objetivo de ser felices. No toleramos que ningún “Juan” (algo que no queremos) nos moleste en la “fiesta” de nuestra vida.

Pensemos lo que hacemos cuando, por ejemplo, la ansiedad nos aqueja: intentamos controlar los síntomas, nos vamos de los lugares en donde estamos y evitamos concurrir a otros, ponemos excusas de que “cuando nos sintamos mejor” haremos realmente lo que es importante para nosotros: salir de paseo, estudiar, permanecer en casa con nuestros hijos, etc. Los intentos por evitar la ansiedad lo logran sólo momentáneamente. A largo plazo actuamos como el anfitrión de la fiesta: cuidando la puerta sin disfrutar el cumpleaños; y Juan volviendo a entrar. La ansiedad sigue estando, y la vemos como una barrera entre lo que somos y lo que queremos ser.

¿Cuantas veces tenemos la sensación de que las cosas se solucionarían, de que estamos haciendo lo correcto para conseguir lo que queremos? Y no es así. ¿Qué hacer entonces? Es innegable el alivio que nos genera querer sacarnos el malestar (echar a Juan) ¿Pero cuánto dura es alivio? ¿Qué sucede para que nuestra vida no esté como deseamos? Las opciones son: custodiar la puerta sin dejar entrar a Juan y perdernos la fiesta, o dejarlo entrar y estar en nuestra fiesta (a pesar de Juan).

¿Cómo te podemos ayudar como psicólogos en estas situaciones?

Primero, comprenderte y saber todo el esfuerzo que estarás haciendo para lograr sentirte mejor. Segundo, ayudarte en estos momentos de confusión a clarificar qué deseas para tu vida: dónde estás y dónde quieres estar. Tercero, mostrarte que sí es posible disfrutar de lo que te has propuesto a pesar de los sinsabores que tiene tu vida, dejar de luchar contra lo que estás evitando, y poder enfrentarlo. Cuarto, tomar distancia de lo que nos decimos a nosotros mismos sin cuestionarlo y generar comportamientos más saludables. Y quinto, que te fortalezcas al ver cómo tus pasos te llevan a la dirección que deseas.